La
pandemia del coronavirus y sus efectos, sobre todo en el campo sanitario, ha
llevado a muchos analistas y a otros que se autocalifican de gente de
izquierdas a comentar que todo debe cambiar: Qué es obvio que la sanidad debe
ser pública y no privada. Qué es obvio que las residencias de ancianos también
deben correr la misma suerte y alguna frase más.Pero después de siete meses:
nada de nada.
Pero
de inmediato surge una pregunta: ¿Quién va a cambiar todo ese estado de cosas?
La izquierda. Contestarán otros. ¿Pero dónde está esa izquierda? ¿Acaso existe
la correlación de fuerzas necesarias para tal propósito? ¿La autocalilficada izquierda oficial es mayoritaria en el
parlamento que es donde se cambian las cosas por ahora? Si queremos engañarnos, está bien pero tendríamos que ser más
coherentes. La izquierda no existe. Y por tanto, como no habrá nadie que
pueda llevar adelante esos planes, nadie cambiará, a no ser que como en la
película “El gato pardo” todo cambie para que todo siga igual. ¿Acaso el
sistema y sus adláteres y conversos va a dejar que la “supuesta izquierda” cambie alguno de los parámetros fundamentales en los que se asiente el
capitalismo español? No .No lo va a
hacer. Sería raro que quisiera hacer el harakiri, cuando no hay ninguna fuerza
que tenga la capacidad para empujarles a cambiar. Qué seguramente se
maquillarán algunas cosas, seguro.Pero de ahí a cambiar realmente y en
profundidad el estado de las cosas. No. Y para muestra basta hablar de las
decisiones que sobre el dinero que necesitan los estados para intentar salir de
esta crisis, se discute en la UE y como se está desarrollando.
El
dinero lo controla el capitalismo europeo que no nos olvidemos forma parte del
capitalismo global. Si hubieran querido arreglar el problema, la hubiera
faltado tiempo a la UE para poner el dinero que hiciera falta, sobre todo para que la gente se quedara en casa
(que es por ahora la única forma
de parar la pandemia) y se hubiera tenido que subvencionar a todas las personas
que se han quedado sin empleo y a las pequeñas empresas que no pueden trabajar.
Inclusive a los llamados ilegales. Porque, que curioso, en el siglo XXI, una de
las cosas que ha puesto en evidencia el
bichito de marras, es que la gente pasa hambre.
¿Pero
eso hubiera sido bueno para el sistema? No, porque se hubiera visto que existe
otra posibilidad de hacer las cosas. Pero no, el capitalismo no puede consentir
que se vea que no es la falta de dinero el motivo de no solucionar las cosas,
sino que el dinero es, como ha sido
siempre, un instrumento de dominación. Al sistema ya le va bien la
pandemia. Volverá a dar una nueva vuelta de tuerca a su dominación y los ricos,
acabarán después de la pandemia, más ricos. Pues aunque algunos capitalistas se
queden en el camino, serán sustituidos por otros. Las élites estarán
encantadas. Más pastel a repartir con
menos comensales. Y mientras, el ejército de reserva de trabajadores tanto
legales como ilegales aumentará por doquier y, después, a la hora de contratar
hará que los salarios bajen. El hambre es mala consejera. Y como realmente no hay nadie que defienda a los trabajadores pues a
seguir jodiéndose –perdón por la expresión-que eso si sabemos hacerlo con
contundencia.
Juan Diego Hernández Valero
Abogado